Se supone que cada sindicato
ampara intereses proletarios;
exigirnos abonar sus salarios
¡a todos! es sablazo insensato.
Que les paguen quienes firmen
contrato
que establezca para los
signatarios
los deberes, derechos y honorarios
que convienen a cada correlato.
Con la Iglesia Católica es
igual:
su óbolo quien quiera se lo dé;
como si quiere darle un
dineral.
Mas no nos tomen más el
bisoñé:
quienes quieran derroche
sindical,
¡que lo paguen con su propio parné!
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